martes, noviembre 07, 2006

Deseos inútiles


A mi olvido le falta voluntad. La verdad es que han pasado varios meses y yo sigo pensando en ti, procurando recordarte desde cualquier ángulo posible. Soy una adolescente de 35 años que sólo te ha visto un par de veces y que cruzó unas cuantas palabras contigo, alguna vez, y por alguna estúpida razón creo que eso me da derecho a invocar la pálida felicidad que me da tu recuerdo.

Confieso que se me ocurren mil maneras de volver a encontrarte, pero una de las desventajas de envejecer es que inevitablemente dejas de confiar en el destino. Por eso pienso en ir a buscarte y a pesar de que no se me ocurre qué te diría si te encontrara por cualquier motivo, me consuela la seguridad de saber que tu distancia es permanente y que en mí ya no hay ningún impulso que pueda llevarme hacia ti.

Tú eres un hombre de 21 años, enamorado del amor y del verbo amar, empecinado en creer en el lado alegre de la vida, por más pequeño, por más ausente que sea. Sin embargo estás plenamente conciente de la realidad, no sabes cómo envidio eso de ti. Cada vez que sonríes se que en verdad eres feliz.

Muchas veces yo sonrío solamente porque estoy nerviosa, porque en mi hay sentimientos muy alejados de esa sonrisa que no quiero explicar y no quiero expresarle a nadie. Sonrío cuando no quiero contestar una pregunta, no porque no sepa la respuesta, sino porque le tengo miedo, también cuando no tengo ganas de mentir o cuando me es totalmente indiferente lo que alguien acaba de decir. Pero desde que te conocí sonrío de verdad cuando vienes sin motivo y me hablas de cualquier cosa.

Ese tiempo que compartimos nunca es suficiente para que te diga todo lo que quisiera decirte. Siempre hay alguien que llega o que te pide que vuelvas a trabajar y me quedo con las palabras atravesándome la garganta.

De todas formas jamás te diría lo que siento, no tendría el valor. Claro que eso no impide que quiera conocerte más y que quiera que tu sepas un poco más de mi. No todo, sólo lo suficiente. También hay cosas que no quisiera que sepas nunca, todos tenemos nuestros secretos y yo he tenido tiempo de sobra para acumular unos cuantos.

Lo que más quisiera contarte es que a penas empiezo a vivir esta otra vida, la realidad, que hace tiempo algo me partió en dos como un rayo y todavía no he podido reconciliar esas dos partes que quedaron de mí. Que antes de eso no temía a nada ni a nadie, que sólo sabía amar en exceso, llorar en exceso y que sólo dejé de amor cuando el exceso no fue suficiente. Quisiera preguntarte si serías capaz de salvarme de este vacío, de sentir alguna cosa por lo que queda de mí. Quisiera saber porqué viniste tantas veces sin que yo te llamara, porqué me mirabas así, para qué me preguntaste tantas cosas, qué fue lo que pensaste cuando me viste llorar, ¿porqué cerraste la puerta sin decirme nada?.

Pero ya no importa, ya no puedes venir a buscarme y yo ya no podré contarte nada más. Si algún día nos encontramos en la calle, tal vez intercambiemos un saludo cordial pero nada más.

En algunos años quizá te vea de lejos y me cueste un poco reconocerte, quizá tu ni siquiera me reconozcas, después de todo, la de la ilusión fui yo, tu solamente pasaste por mi vida sin intención de quedarte, tu solamente fuiste quien eres y me conociste en el momento exacto en el que me hubiera gustado ser cualquier otra persona.

Mara.

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